¡Espérame en el cielo!

La leyenda refiere que hace mucho tiempo, en el centro de la ciudad de Matamoros, vivía una pareja que llevaba poco tiempo de estar casada. La mujer se llamaba Lucrecia; era delgada, rubia, de ojos zarcos y de muy buen carácter. El marido, Gustavo, era alto, apuesto y muy moreno, trabajaba como ingeniero.


Ambos gozaban de una tranquila vida y estaban profundamente enamorados el uno del otro. Solamente les faltaba un hijito que viniera a alegrarles mucho más la existencia. Mientras llegaba el retoño, vivían adorándose uno al otro. Se querían tanto que habían hecho un juramento. Habían pactado que, si algunos de los dos fallecía, vendría a buscar al otro para seguir viviendo su apasionado amor en el Más Allá.


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